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martes, 29 de diciembre de 2020

Adolescencia (Finalista anual Relatos en Cadena 2021)

 


Estas humedades que me están matando no dejan de crecer. Gota a gota han inundado el suelo y suben por las paredes.
    A veces, de repente sales de tu cuarto y chapoteas por los charcos del salón como si fueras feliz. Yo me alegro de que sonrías otra vez. Quiero abrazarte, pero vuelve ese brillo a tus ojos y crece el nivel del agua.
    Me ahogo sin remedio en esta casa navegable, esperando que más pronto que tarde, dejes de llorar por él.

Elena Bethencourt

miércoles, 5 de agosto de 2020

Mar (Premio Nacional de Poesía infantil "Charo González", 2020)






MAR 


Alberto quiere ser mar 

con olas en la cintura, 

para jugar con los barcos 

y hacer muñecas de espuma. 

Peinarse las caracolas 

de una gran melena rubia 

que llega hasta el horizonte 

y resbala por sus curvas. 


Alberto quiere tener 

un vestido sin costuras 

adornado de sirenas, 

peces, pulpos y medusas. 

A juego, un fular de algas, 

unos tacones de bruma 

y —con la sal de los charcos— 

pintarse blancas las uñas. 


Guarda su nombre en secreto 

metido en una burbuja 

que flota sobre las aguas 

de su inmenso mar de dudas. 

Nunca pierde la esperanza 

de que alguien lo descubra 

y pronuncie esas tres letras 

como tres gotas de lluvia. 


¿Podemos llamarte Mar? 

—una niña le pregunta—, 

y Alberto se vuelve costa, 

océano, islote, duna. 

Sonríe, dice que sí, 

y sus pupilas oscuras 

encienden toda la playa 

como si fueran dos lunas.

Elena Bethencourt 


(XIII Premio Nacional de poesía infantil Charo González, 2020)

Valoración del jurado:

"En opinión de los componentes del jurado se valoró MAR por ser un poema breve, conciso, de gran belleza de imágenes y palabras en su sencillez, original y poético, con contenido para tomar lección y crecer en el respeto por la identidad de las personas. Poesía cargada de lírica, con abundantes metáforas referidas a la indumentaria marina. Llamó la atención su ritmo, musicalidad y doble sentido de las palabras a través de un lenguaje atractivo e instructivo para la etapa infantil. Formalmente es un romance clásico que se abre con el verso “Alberto quiere ser mar”. Ese “Mar”, nombre epiceno, que puede ser tanto masculino como femenino, referido a Alberto, encierra una clara intención coeducativa rompiendo los viejos tabús de género.
Texto muy propio para ser leído, recitado y representado que expone una historia muy actual y atractiva, texto que emociona y podría utilizarse como recurso educativo para ejercitar la memoria.En definitiva, un poema modelo de literatura de altura y que con tanta seriedad y sencillez nos presenta la galardonada Elena Bethencourt".
Fundación Conrado Blanco




miércoles, 1 de julio de 2020

EL TRATO (Ganador del Segundo Premio de Relatos en Cadena 2020)

Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases, acepté cambiársela por la mía. Primero pusimos dentro las cosas que nos dolían y nos comprometimos a llevar la carga del otro, seguros de que la nuestra era peor.
En mi caja metí el beso que Lucía —mi Lucía– le dio a mi vecino y la noche en que mi padre se fue. Al abrirla, Arturito se sintió huérfano de repente y se volvió desconfiado como yo.

En mi caso, desde que abrí la suya —hace ya tres años— estoy en quinto, coladito por los huesos de la maestra, dispuesto a repetir curso eternamente, sufriendo lo indecible por amor.

Elena Bethencourt

Escuchar Final mensual 25/11/19

                                            Vídeo final anual 29 junio 2020



miércoles, 18 de marzo de 2020

Nunc aut nunquam

Relato finalista de La Microbiblioteca, enero 2020

Cuando llegaron Más Adelante y el Día de Mañana estábamos tomando el fresco. Caminaban lentamente, como si arrastraran una pesada carga. Ya estamos aquí, dijeron y soltaron todo lo que durante años habíamos ido dejando para Más Adelante: las clases de teatro de mi hermana Puri, la carrera de mamá, las vacaciones familiares en el mar y la reducción de jornada de papá. También trajeron los momentos que perdimos por estar trabajando para el Día de Mañana y las personas a las que renunciamos, como mi novio Lucas, el pobre, que lo abandoné porque no podía darme un futuro mejor.

Se fueron muy deprisa. Las ofrendas y los sacrificios que habíamos hecho por ellos se quedaron tirados en el suelo. Son nuestros, dije, venga, vamos a usarlos. Pero mamá ya no quería estudiar, Puri tenía un puesto fijo en el ayuntamiento, yo me había casado con un idiota y, a estas alturas —con la vida tan hecha— era imposible irnos a la playa todos juntos.

Papá —a punto de jubilarse— fue el más desilusionado con la visita y empezó enseguida a hablar de un tal Aquellos Tiempos.

Desde una esquina, el Día de Hoy observaba la escena esperando tal vez que alguien le prestase un poquito de atención.

Elena Bethencourt 

miércoles, 1 de enero de 2020

Inocencia

Ganador  Certamen internacional de "Cuentos de Navidad" de Zenda



Mi familia me oculta algo. Lo sé. Al principio no me daba cuenta de nada, pero ahora —después de ocho navidades— estoy empezando a sospechar que Papá Noel no es exactamente la persona que creemos.
Somos muchos a cenar el veinticuatro y siempre aparece embutido en su traje rojo durante el postre. Lo raro es que, justo antes, alguien se levanta de la mesa, sale y no vuelve hasta mucho después. 
Por eso, esta Nochebuena estoy muy atento a los movimientos de todos, quién entra, quién sale y quién falta cuando llega él. El abuelo lleva barba blanca, pero no está para muchos trotes, papá no se aleja de la sidra, el primo Luis no se despega de su novia sueca, que no se entera de nada y según mamá no le durará hasta Reyes. Así que me voy a concentrar en mi tío Andrés.
Sirven el postre. No le quito ojo. Él a mí tampoco. Soy el único niño. Hago como que me embeleso con las luces del árbol y me como un trozo de turrón. Mira el reloj. Una vez, dos, tres. Dice que va al servicio. Bingo, a los seis minutos llega Papá Noel con el saco. Tiene la barba torcida, le asoma el cuello de la camisa y en la muñeca lleva el reloj de mi tío. Reparte los regalos a ritmo de Jo, jo, jo y se marcha. Intento salir tras él. Mi madre se cruza en mi camino, que a dónde voy sin abrir los regalos. Dudo. La esquivo. Corro por el pasillo, bajo las escaleras, llego a la calle. Ni rastro del trineo con los renos. Vuelvo a subir. Mi tío regresa a la mesa dos minutos más tarde. Parece cansado, será de tanto correr. Creo que se ha dado cuenta de que he resuelto el misterio. Me guiña un ojo, yo a él también. Su secreto está a salvo conmigo. Jamás le contaré a nadie que Papá Noel durante el año se hace pasar por mi tío Andrés.

Elena Bethencourt

Noticia Zenda aquí.