Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases, acepté cambiársela por la mía. Primero pusimos dentro las cosas que nos dolían y nos comprometimos a llevar la carga del otro, seguros de que la nuestra era peor.
En mi caso, desde que abrí la suya —hace ya tres años— estoy en quinto, coladito por los huesos de la maestra, dispuesto a repetir curso eternamente, sufriendo lo indecible por amor.
Elena Bethencourt
Lo escuche en directo mientras volvía a casa del trabajo, y la verdad, hubiese sido injusto que tu relato no pasara a la final.
ResponderEliminarEso si, menuda frase de inicio que nos has dejado...:-)
Un saludo y mucha suerte en la final mensual.
Gracias, Alfonso. Pues la frase la he dejado a conciencia, estaba harta de gatos, es mejor empezar diciembre con amor :-)
EliminarFelicidades Elena. También te escuché y ojalá pases!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias, Nani, me sentí muy acompañada en la radio aunque estuviese sola en casa. Un abrazo.
EliminarBello relato, Elena.
ResponderEliminarGracias, Raúl, por leer y comentar. Qué bien que te guste.
EliminarUna delicia de relato. Precioso, Elena.
ResponderEliminarGracias, Nuria, ya sabes que si a ti te gusta, yo feliz. 😊
EliminarEnhorabuena, es un texto muy bonito con un toque de añoranza.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Manuela. Creemos siempre que la carga del otro es menos pesada que la nuestra, pero ojalá nunca tengamos que soportarla🙃
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