
Me aburría la vida acomodada con tantas cenas de sociedad y personas vacías. Deseoso de un cambio, decidí probar eso que llaman “abrir el corazón” y dejé el mío de par en par. Entraron unos niños hambrientos primero, luego mujeres desamparadas, hombres sin techo, obreros sin sueldo. Aquella algarabía de gente corriente con problemas cotidianos me divertía, pero —pasados unos meses— perdí el interés y les pedí que se marcharan. Como no querían, cerré las puertas y los dejé dentro. Ahí siguen, haciendo ruido.
Para mí ha sido un gran cambio, ahora finjo no oírlos, antes solo fingía no verlos.
Elena Bethencourt
Muy bueno Elena Felicidsades.
ResponderEliminarBesicos muchos.