Ganador Certamen internacional de "Cuentos de Navidad" de Zenda
Mi familia me oculta algo. Lo sé. Al principio no me daba cuenta de nada, pero ahora —después de ocho navidades— estoy empezando a sospechar que Papá Noel no es exactamente la persona que creemos.
Somos muchos a cenar el veinticuatro y siempre aparece embutido en su traje rojo durante el postre. Lo raro es que, justo antes, alguien se levanta de la mesa, sale y no vuelve hasta mucho después.
Somos muchos a cenar el veinticuatro y siempre aparece embutido en su traje rojo durante el postre. Lo raro es que, justo antes, alguien se levanta de la mesa, sale y no vuelve hasta mucho después.
Por eso, esta Nochebuena estoy muy atento a los movimientos de todos, quién entra, quién sale y quién falta cuando llega él. El abuelo lleva barba blanca, pero no está para muchos trotes, papá no se aleja de la sidra, el primo Luis no se despega de su novia sueca, que no se entera de nada y según mamá no le durará hasta Reyes. Así que me voy a concentrar en mi tío Andrés.
Sirven el postre. No le quito ojo. Él a mí tampoco. Soy el único niño. Hago como que me embeleso con las luces del árbol y me como un trozo de turrón. Mira el reloj. Una vez, dos, tres. Dice que va al servicio. Bingo, a los seis minutos llega Papá Noel con el saco. Tiene la barba torcida, le asoma el cuello de la camisa y en la muñeca lleva el reloj de mi tío. Reparte los regalos a ritmo de Jo, jo, jo y se marcha. Intento salir tras él. Mi madre se cruza en mi camino, que a dónde voy sin abrir los regalos. Dudo. La esquivo. Corro por el pasillo, bajo las escaleras, llego a la calle. Ni rastro del trineo con los renos. Vuelvo a subir. Mi tío regresa a la mesa dos minutos más tarde. Parece cansado, será de tanto correr. Creo que se ha dado cuenta de que he resuelto el misterio. Me guiña un ojo, yo a él también. Su secreto está a salvo conmigo. Jamás le contaré a nadie que Papá Noel durante el año se hace pasar por mi tío Andrés.
Elena Bethencourt
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